23 febrero 2008

 

Mi reino no es de este mundo: Soy peatón

Por eso digo que mi reino no es de este mundo. Y que conste que peor aún lo tienen los discapacitados físicos. Cuando vas con un familiar que tiene que ir en silla de ruedas, te las ves y te las deseas. Es casi imposible, te juegas la vida. ¡De esos sí que no es el reino! Tampoco de los niños, les robaron las calles, ni de los ancianos, con su “falta de movilidad” es una hazaña cruzar un semáforo sin que se les ponga rojo a mitad de camino


Paco Cáceres

Mi reino no es de este mundo. No, no tengo complejo de Jesucristo ni nada por el estilo. Simplemente; soy peatón, tengo piernas para desplazarme y no ruedas y motor. Sé que es una osadía, pero es así.

Os explico. Mi mirada pasea, como yo, por las aceras, por los espacios peatonales, por ese 15% de espacio que el coche nos deja en los espacios urbanos. Y esa mirada, aunque torpe y poco nítida, me cuenta realidades que demuestran que aquí, los de mi reino, no pintamos nada. Absolutamente nada.

En primer lugar, las nuevas urbanizaciones se caracterizan, generalmente, por tener aceras pequeñas. Este modelo impide la comunicación. humana Si vas por esas aceras tienes que hacerlo en fila india. No cabemos dos personas al mismo tiempo. Tendríais que ver la de maniobras que han de hacer los que van con un carrito de bebé por esas aceras. Por si era poco, las señales de tráfico, en vez de colocarlas por el espacio de los coches, las colocan en las aceras de los peatones. El stop es para ellos pero nos lo ponen a nosotros, la señal de prohibido es para ellos pero nos perjudica a nosotros. Los coches mandan. La ciudad se diseña para ellos, nosotros somos pura anécdota. Les llaman las ciudades aparcamiento.

No es todo, en los aparcamientos junto al acerado, los coches meten el morro hasta que las ruedas chocan con la acera, invadiendo así, cuando menos, la mitad de ésta. Imposible pasar o, cuando más, tienes que estar entrenado para dar el salto y hacer alguna que otra filigrana. En esos casos sí que hay que hacer maniobras si coincide que uno va para un lado y otro en sentido contrario. Recuerdo un día que mi padre y yo tuvimos que dar una vuelta en mitad de una acera porque no podíamos pasar. Mi padre, mirando a los coches, soltó con indignación: “Esos son más sagrados que nosotros”.

Hay más, son demasiadas vivencias como peatón como para olvidarlas. En muchas urbanizaciones nuevas -¡Menudo urbanismo más inhumano el de las últimas décadas!- han hecho las calles tan estrechas que no se puede aparcar sin impedir el paso de otros coches. Los coches, que son muy solidarios entre sí, aparcan encima de las aceras dejando la circulación libre. La de los coches, claro está, a nosotros nos echan de las aceras, y si vas por la calzada te pitan los coches. No tenemos escapatoria.

Donde yo vivo, en Las Gabias, se dan cosas muy curiosas, Hay dos pasos de cebra que van directamente a parar a los contenedores. Cruzas y ¡zas! con la basura. Es decir, el paso de cebra no comunica una acera con la otra. Es lógico, el resto del espacio es para aparcamientos. También, hay plazas, como la del Ayuntamiento que no son para uso y disfrute de los ciudadanos, simplemente son aparcamientos. Todo sacrificado al coche.

Lo curioso es que en todo este tinglado, la filosofía dominante y el lenguaje utilizado culpabiliza de muchos problemas al peatón. En un informe de una asociación de automovilistas concluían que, en los accidentes de tráfico mueren muchas personas ancianas porque éstas “no tienen la movilidad suficiente”. Al leerlo sacabas la conclusión de que la culpa la tienen los ancianos. Y pensabas que sería necesaria una ITV para éstos. Así, cuando las artrosis, artritis y otras enfermedades de la familia del reuma hagan su aparición, cuando la personas tengan movilidad defectuosa, se les retira de las calles.

En otro informe de hace un mes aproximadamente nos decían que 9 de cada 10 peatones que mueren es debido a que cruzan por donde no deben. ¡Ea! Castigados por hacerlo mal. Habría que aclarar esto un poquito. Veréis, uno sólo tiene sus pies y su tiempo. Cuando nos colocaron las rotondas, a los peatones nos alejaron de los lugares una barbaridad. Nos hicieron las distancias más largas. Si a esto añadimos que hay zonas donde entre un semáforo y otro hay mucha distancia, al peatón nos lo ponen difícil. Total, no digo que haya que cruzar por donde sea, que a veces yo lo hago, sino que el diseño de ciudad se hace exclusivamente para el coche, nunca para el peatón. ¡Y encima nos culpabilizan por no rendir pleitesía al dios coche!

El peatón lo es hasta en el campo. Cuando vas por ahí por esos caminos los coches te enharinan y te llenan de polvo hasta el carné de identidad. A pesar de ello lo prefiero. Cuando asfaltan los caminos, los coches vuelan. Suelo decir que; “Camino asfaltado, caminante expulsado”.

Pues esas tenemos, por eso digo que mi reino no es de este mundo. Y que conste que peor aún lo tienen los discapacitados físicos. Cuando vas con un familiar que tiene que ir en silla de ruedas, te las ves y te las deseas. Es casi imposible, te juegas la vida. ¡De esos sí que no es el reino! Tampoco de los niños, les robaron las calles, ni de los ancianos, con su “falta de movilidad” es una hazaña cruzar un semáforo sin que se les ponga rojo a mitad de camino. ¿Habéis observado los pocos ancianos que cruzan semáforos?

Pero tenemos que conseguir que en nuestro reino, bueno, cambio el término; en nuestra república, no soy monárquico, los peatones contemos en las ciudades, que no se hagan al margen nuestro, que no nos expulsen, que no nos invadan. A veces me entran ganas de ponerme en mitad de una calle y decir; “hoy me toca a mí este espacio”. Para empezar habría que cambiar la mentalidad. Esa mentalidad que nos ha forjado el coche, todo lo vemos desde su óptica. Mientras los que mandan no sean peatones, mientras la mayoría de los ciudadanos no ejerzan como peatones, la cosa es difícil. Buscaremos justificaciones, como aquel con autoridad al que le dije en pleno verano; “Mira el coche encima de la acera”. él, muy comprensivo, respondió; “Es que ahí le da la sombra del árbol y así no se recalienta”. ¡Pobrecillo el coche! Justificado, todo justificado.

Termino. Tenemos que forjar ciudades y espacios para disfrute. Eso sí que es sostenibilidad, construir para vivir, para encontrarse, para comunicarse, no para especular y aparcar. Eso sí que es sostenible, pero no, aquí la sostenibilidad se mide por los contenedores que hay por metro cuadrado. Tenemos que forjar esas ciudades, podríamos empezar por poner en los despachos de los técnicos, de los alcaldes, de los que diseñan el urbanismo, fotos de padres con el carrito de sus hijos, de discapacitados físicos en sillas de ruedas, de ancianos, de niños o, simplemente, de personas que quieren ir charlando por las aceras sin ir en fila india. Así los responsables del urbanismo verían todos los días las personas a las que hay que recordar cuando se diseña la ciudad, el territorio, pero el coche los ha expulsado de ella. La ciudad nos pertenece a todos, habrá que recuperarla. ¿Lo hacemos? ¿Empezamos ya?

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